Avatar

Que James Cameron es un director y un realizador extraordinario no admite discusión, sin embargo como guionista es más bien básico, por no decir infantil… coño! lo dije!!!


Un guión infantil
La moral que exhibe Cameron en sus películas muestra el bien y el mal de un modo totalmente cristalino; eso no es un problema cuando los malos son xenomorfos con sangre ácida, o máquinas sin corazón que vienen del futuro, o terroristas islámicos arquetípicos. Sin embargo, cuando los malos son la raza humana la historia se construye sobre un terreno pantanoso.


En Avatar los malos son los humanos, no sólo los militares, no sólo los científicos, no sólo los burócratas o la opinión pública, los malos son los humanos, con apenas cuatro o cinco excepciones que confirman la regla. Los humanos llegan a un planeta y hacen y deshacen como ya los hemos visto hacer y deshacer en otros tiempos y en otros lugares, no tan lejanos. Quieren un mineral muy valioso y no les importa atropellar animales desvalidos o acabar con una raza entera para conseguirlo. Esa raza son los buenos, los Na’vi, paradigma de la cultura hippie antes de abrazar el capitalismo y de los habitantes de las praderas antes de que los ingleses llegaran para arrasar con los indios americanos.

Para vestir todo esto una historia de amor, más básica si cabe, que nos llevará a lo más profundo de una cultura que no existe pero que a todos maravilla. Y para conectar al protagonista humano con la raza Na’vi nada más original que el típico cuento de “El Elegido”.

Con estos factores cualquiera podría desarrollar una historia, una película poco original, de principio a fin, cuya única arma para la sorpresa es la apoteósica apuesta por la imagen generada por ordenador.

La realidad sólo en la forma
Pandora, el planeta donde habitan los Na’vi es espectacular. Los animales mantienen cierta coherencia los unos con los otros, lo que aporta credibilidad al entorno. Los apabullantes efectos especiales hacen que el espectador pueda adentrarse en la selva, sobrevolar los cielos o sentarse en los riscos disfrutando de miles de detalles en pantalla, dando a Pandora una sensación de realidad increíble. Incluso las montañas volantes parecen ser de verdad, si no fuera por esas cascadas interminables que no se sabe muy bien de donde reciben tantísima agua. Los Na’vi, como no, también están muy bien hechos. La animación, a pesar de ser un poco exagerada, es extraordinaria. Cada uno de ellos es diferente para dar, si cabe, mayor sensación de realismo.


Sin embargo, todo se queda allí, en la imagen. Todos los detalles están creados para dar credibilidad a lo que vemos, pero no al guión, a ese guión infantil, que aún queda más vergonzoso al ser comparado con la búsqueda del realismo visual. Caso paradigmático de este hecho es que en un momento de la película vemos las piernas del tullido protagonista. Son como palillos, totalmente hipotónicas, faltas de musculatura, las piernas de alguien que se mueve en silla de ruedas por un problema medular. Sin embargo, nadie se para a pensar como ese tipo hace sus necesidades en la vaina donde puede pasar, tranquilamente, veinte horas, mientras está conectado en su avatar. Os aseguro que alguien con este tipo de traumas no tiene capacidad para dominar sus esfínteres. Pero esto es un detalle.

Problema de guión, debido a esta búsqueda de realismo, es el caso de la fuga de los protagonistas de la estación militar; alguien llega con un arma, amenaza al único vigilante que hay y salen tan campantes hasta que alguien se da cuenta de que un helicóptero se enciende sin autorización, recordando más a algún capítulo de “El equipo A”, que de una película que pretende parecer real. O que después de haber destruido a bombazos un árbol más grande que las torres gemelas (perdón por el ejemplo), no puedan hacer lo mismo con un árbol que apenas mide diez metros, y que se vean obligados a caer justo encima, propiciando una especie de cuenta atrás para el clímax final.

Pero si hay algo que escapa realmente de la realidad mostrada en la película son los propios Na’vi.

Todos somos Sigourney Weaver
Lo mejor de la película son dos personajes secundarios. Uno, el malo malísimo, el Coronel Miles, interpretado por Stephen Lang tiene los momentos más intensos de la trama con patada a la puerta incluida, recordando lo mejor del mejor Cameron. Otro, uno de los personajes más trabajados de la película, la científica Grace Augustine, interpretada por Sigourney Weaver.

La doctora Augustine, es una científica malcarada, adicta al tabaco y que apenas se cuida. Poco a poco vamos descubriendo que, como una Dian Fossey espacial, fue la primera en interactuar con los Na’vi, enamorándose día tras día de su folklore y detestando noche tras noche su humanidad; obnubilada por la belleza de la cultura Na’vi y de su relación con la naturaleza.

No es de extrañar que multitud de espectadores se hayan sentido maravillados de la misma manera por esa raza extraterrestre. De hecho, la cultura Na’vi está perfectamente estudiada para que así sea. Sus valores, su contacto con la naturaleza, su moral… una moraleja metida a fuego en nuestra psique. Sin embargo, de lo que no nos percatamos es que esos mismos Na’vi son demasiado perfectos. Entre sus filas no hay gordos, ni calvos, ni bizcos o desdentados. Todos son perfectos, altos, atléticos, hermosos… en plena guerra con los humanos, militares entrenados con armas de fuego, y no hay Na’vi con cicatrices, a los que les falte algún miembro o tullidos como el humano protagonista. Un historiador, basándose en las culturas precolombinas, o en los nativos americanos podría decir que los han abandonado a su suerte, como hacían estos… pero esto es otra historia. La naturaleza, extremadamente rica, les da todo lo que necesitan, comida, agua, cobijo, no hay terremotos o inundaciones que provoquen desastres… sí, yo también quiero ser como los Na’vi, tan perfecto y tan irreal.

James Cameron sabe hacer dinero
De lo que ya no estoy seguro es de si sabe hacer buen cine, o películas pasadas fueron fruto de la casualidad. Sus escarceos con los amoríos para sustentar una historia ya vistos en la “diabética” Titanic no consiguen hacer olvidar la historia entre Kyle Reese y Sarah Connor, o la relación entre Newt y Ripley o la intensa vida matrimonial de los Tasker. Siempre ha sido un guionista básico, pero siempre, a su manera, ha querido ser original. En Avatar, no hay nada original, todo huele a muchas cosas, propias y ajenas y desde luego esta película batirá muchos records pero no formará parte del elitista grupo de películas hito de la ciencia-ficción, como tampoco forman parte Pocahontas, La Misión, Bailando con Lobos o La Selva Esmeralda.




Avatar en Imdb

SithWolf

1 comentarios: (+add yours?)

Yo Soy Ése dijo...

Que digo yo que iba siendo hora de volver, ¿no? ¡QUE DIGO YO QUE YA ESTÁ BIEN, ATIENDE, DE VOLVER A JUNTAR LETRAS EN EL BLOF, EH!





p.d. te habías ido echando el pestillo a la puerta, dejándome aquí encerrado, y ya empezaba a plantearme el comerme las entradas de Warhammer.